Como me pasa varias veces, ver una película o serie relacionada a un comic me da ganas de leer un poco de algo del personaje y escribir una reseña. De paso puedo meter algún comentario extra sobre la inspiración, que en este caso es la muy lograda serie de CW «The Flash«.
En cuanto al comic, siendo que es la primer reseña que escribo sobre algo dedicado a Flash, tenía que elegir al relanzamiento de su serie individual post-Crisis y post-Legends específicamente. El protagonista de esta serie no es Barry Allen, sino que es el pelirrojo Wally West, y de hecho este Flash es muy distinto al que se ve en TV y ni en pedo le recomendaría agarrar esta etapa a alguien que quisiera leer algun comic de Flash después de mirar la serie.
El tema es que mi Flash siempre fue Wally West, esta etapa y la que sigue son las primeras historias de Flash que leí bien de chico, uno más de la Generación Perfil, que tuvo sus primeras experiencias con comics y seguir colecciones mes a mes con sus ediciones licenciadas de títulos de DC. Tan chico era cuando arrancó, que el tan desafortunado título de esta colección en particular no me molestó hasta mucho después de que hubiera terminado.
La historia es conocida por cualquiera que haya comprado la edición Perfil y/o haya leído por ahí a los que la sacan a relucir como nota de color, y no tuve que buscar mucho tampoco para encontrar al menos a un yanki riéndose en un post en el que le dedicó el primer puesto de los momentos más humillantes de Flash.
Resulta que como en el momento que iban a salir estas ediciones existía un copyright existente acá en Argentina sobre el título «Flash», por un suplemento de Crónica que se llamaba «Magazine Flash», Perfil no se iba a buscar un posible problema con un experimento, por lo que rápido se decidió cambiar el nombre, y así es como el pobre Flash se tuvo que aguantar estoicamente 50 números con el nombre de Flushman.
Por lo que pude leer del tema, se barajaron mejores opciones, como «Flashman», que hubiera sido mucho más aceptable que algo que a cualquiera que sabe un poco de inglés le hace pensar en tirar la cadena del inodoro, pero Flushman fue el que terminó pasando a la historia.
Volviendo a los comics, la primer etapa del 3er Flash pero 1er y único Flushman tiene a Mike Baron escribiendo y a Jackson Guice en lápices, con Mike Collins suplantándolo en un par de números.
Abarcando Flash #1 a #14 más un Anual, la etapa de Baron no es tan larga pero tiene más de un año con un personaje establecido pero a la vez nuevo, con el que podía hacer lo que quería (dentro de los límites que ponga DC, obviamente). Wally West no era un personaje nuevo ni mucho menos, como Kid Flash fue creado por John Broome y Carmine Infantino en 1959 y fue muchos años miembro de los Teen Titans, pero Marv Wolfman nunca le dio demasiada personalidad o al menos nada que se sienta como muy distintivo.
Mike Baron usa las primeras hojas de la nueva serie para, no muy sutilmente, remarcar las limitaciones de este nuevo Flash, que corre a poco más de 1130kph y tiene que comer como una bestia para mantener el gasto de energía que hace y no desmayarse exhausto, cosa que no tarda mucho en pasarle igual (y que la serie de TV toma).
Muestra rápido también a un Flash pragmático y realista, que al no tener trabajo ni ingreso como superhéroe tiene que hacer cosas como pedir cobertura médica en un hospital a cambio de transportar un corazón para transplante.
Siendo que al principio todavía se muestra que tiene muchas conexiones con los Titans, podrían pasarle una mensualidad, pero para el final del primer número desaparece esta necesidad al ganarse Wally la lotería, uno de los sucesos más recordados de la etapa, y que termina teniendo consecuencias hasta después de que se vaya Baron.
Junto con el boleto ganador de la lotería también aparece rápido el que va a ser el primer gran villano de Wally, Vandal Savage. Había peleado antes contra Barry Allen, pero pasa a ocupar un lugar mucho más prominente entre los villanos de Flash con Wally, y es el único villano que Baron usa dos veces, dedicándole también la historia grande del final.
Las cosas se mueven rápido a lo largo de la serie, lo cual resulta apropiado para Flash y es un punto a favor de estos primeros números de Baron.
Wally es un joven de 20 años con supervelocidad pero un poco perseguido por el fantasma del Flash más famoso, Barry Allen, y preocupado por plata y cosas más terrenales. Wally se gana la lotería y pasa a derrochar plata desde el primer día con su novia Francine (Magenta, de los Teen Titans también) y se compra una mansión en los Hamptons y un porsche muy feo. Francine lo deja por carta y se va de la mansión, pero en el mismo número conoce a Tina McGee, casada, de 32 años y su siguiente novia, que al número siguiente ya lo besa y dos números después está viviendo con él.
Junto con Tina aparece el siguiente villano, el Kilg%re, tan impronunciable como interesante le resultó a mi versión infantil. A pesar de que ahora el concepto de una inteligencia artificial alienígena que se mete adentro de nuestras computadoras y sistemas de comunicación no me resulta muy novedoso, Baron le da un poco de caracterización desde sus transmisiones caricaturescas.
Como es tradición con todos los Flashes, en algún momento tienen que enfrentarse a otros velocistas, y dentro de esta categoría entran los siguientes villanos, Speed Demon primero y Blue Trinity después, aunque en este caso también incluye nuevos velocistas aliados, Red Trinity.
Ninguno me generó demasiado, aunque tengo que reconocer que Jackson Guice hace un buen trabajo en diferenciar a Speed McGee de Flash en tamaño y bestialidad, además de como se va degenerando. Baron le da un desarrollo bastante orgánico para un nuevo supervillano, al ser el ex-esposo de Tina que se inyecta dosis de sus esteroides experimentales, loco de celos y después de haberla cagado a palos por querer dejarlo por Wally.
No tanto resultan las siguientes creaciones, ambos grupos de 3 velocistas provenientes de la Unión Soviética, adonde Wally se dirige para expatriar a la fuerza a un científico que es el único que puede ayudar a curar a Jerry McGee. De chico Red Trinity me cayó bastante simpático, y si bien Baron no les da voces demasiado diferenciadas, me parece bien el intento de agrandar un poco el posible elenco de Flash, que ya había agregado también a su papá a la mansión pero que hasta acá había estado limitado más que nada a sus novias.
Agregarle la influencia de su viejo a un Flash de 20 años podría haber sido interesante, pero casi que ni bien aparece es momento para cruzarse con el MEGACROSSOVER Milenium y que se revele como un agente Manhunter. Le revela que mató a su mamá e intenta llevárselo con la ayuda de Blue Trinity, pero no le sale ninguna de las dos y para el final del número la mamá lo llama viva desde un hospital y le dice que su papá está muerto.
Ninguno de los dos lo está, pero mamá West es la que termina teniendo mucho más impacto en la serie empezando desde su mudanza a la mansión compartida por Wally y Tina, a la cual esperablemente no se aguanta. Baron no es nada sutil en su caracterización de la mamá y como demuestra su desagrado por la elección de pareja, pero más allá de algún momento en el que se pasa un poco, resulta creíble en general, como las veces que le remarca la diferencia de edad y que está casada (separada).
Poniendo pausa en las tensiones de la casa por un par de números, Wally es transportado a una dimensión desconocida por intermedio de un nuevo villano, Chunk, al cual recordaba erróneamente como creación de Messner-Loebs. Resulta que Chunk necesita alimentarse constantemente de materiales super densos para no implosionar hacia otra dimensión y contener el ser potencialmente un agujero negro humano, y de paso estuvo comiéndose también a todos los que le caían medio mal, transportándolos a esta otra dimensión.
Baron mete entonces una historia con una sensación semi post-apocalíptica, al haber varios sobrevivientes transportados hacía años que se habían organizado en grupos de bandidos y en una comunidad, en donde obviamente Wally tarda solamente un número en darse un par de besos con una del grupo. Para ser justo, en este caso no es él el que la busca, pero no pone mucha resistencia tampoco.
En esta historia Wally muestra un poco de su costado más positivo y se da cuenta de que Chunk no es realmente un villano sino alguien muy inmaduro emocionalmente y confundido, y logra convencerlo de que intente devolver a todos a la Tierra a cambio de ayuda para manejar su problema sin que la policía lo quiera meter en cana por las cosas que hizo. Esto último y la resolución en si no tiene mucho sentido y es dejado bastante en el aire, pero Chunk resulta ser un buen personaje que va a tener bastante protagonismo en la etapa siguiente.
Es tiempo entonces para la saga final de la etapa, la cual tiene a Vandal Savage regresando como el villano, esta vez acompañado de Velocity 9, una droga que desarrolla que le da supervelocidad al que la toma pero que es instantáneamente adictiva y degrada físicamente en forma extrema al que pasa tiempo sin tomarla.
El tema de las drogas no es nada novedoso en un comic de finales de los 80s, pero si lo es más el giro de la supervelocidad limitada que entrega (alrededor de 650, 700 km p/h de velocidad máxima), a pesar de que no tenga mucho sentido que Vandal Savage pueda diseñar una droga así de la nada, aunque Baron intente explicarlo con su «olvidé más medicina y ciencia que la que la humanidad va a conocer en siglos».
Está bueno el momento en el que Vandal Savage inyecta a Wally con la droga porque le parece interesante ver que pasaba, pero la historia se pierde un poco con todo lo del mafioso vecino de Wally que se le hace el amigo primero y manda a su gato personal Trudy a que se haga pasar por su sobrina y se lo levante. Wally, como ya es esperable para este punto, tarda muy poco en estar besándose con Trudy y mencionando a Tina como «una mujer que estuve viendo» y más adelante con «la relación está terminando bastante rápido».
No tiene tiempo de demostrar mucho más su sensibilidad porque Savage lo atrapa de nuevo, pero en este caso lo salva Dr. Bortz con el clásico recurso de «voy a inyectar a Flash contra mi voluntad con V9 pero en el último momento en realidad inyecto al villano que no se lo espera». Alcanza para que Savage se escape y para darle algo de cierre, pero el que termina de resolver la historia de Velocidad 9 termina siendo Messner-Loebs, el siguiente escritor.
Baron no se va sin antes dejar un cliffhanger en donde una llorosa madre de Wally le informa a su regreso a la mansión que están quebrados y deben cientos de miles de dólares, habiendo desaparecido su fortuna de más de 6 millones de dólares en tiempo récord por malas inversiones. No se si esto fue algo hablado con el escritor siguiente o fue todo idea de Baron, pero me llama un poco la atención que lo haya hecho millonario en el primer número y en quiebra para su último.
Por lo que pude leer en entrevistas, Mike Baron no estaba muy contento con sus guiones y por más que asegura que DC le dio total libertad creativa para hacer lo que quisiera, sentía que no iba a poder construir y hacer crecer al personaje como lo hizo con Nexus (creación propia que desarrolló a lo largo de décadas). Estaba insatisfecho con lo que estaba haciendo y sintió que si seguía podía llegar a dañar al personaje, por lo que prefiere irse a otro lado y dejarle las cosas al siguiente, aunque no sin antes sacarle la fortuna que le había dado a Wally, tal vez pensando que esa era una de las cosas en las que se había equivocado.
Algunos meses después de publicado Flash #14, el equipo creativo vuelve para hacer una última historia con Wally en el Anual #1 correspondiente a 1987 (aunque publicado después, claramente), en donde muestra que está saliendo con Connie, una modelo, y que tiene que hacer un viaje a China para curar su dim mak, o toque de la muerte. La verdad la historia me aburrió bastante y no me parece que valga la pena entrar en detalles, excepto para mencionar que Wally hace de las suyas y en este caso duerme con una china que lo visita por la noche.
Puede parecer por como vengo mencionando este comportamiento de Flash que se lo critico a Baron, pero lo cierto es que lo hago para joder un poco nada más, me parece una elección apropiada para caracterizar un personaje que recién entra en sus 20s y no me parece fuera de lugar ni particularmente escandaloso. Hoy ciertamente no lo es y hasta puede sorprender que haya sido algo controversial en la época. Tampoco fue un terrible escándalo, pero tuvo varios críticos que lo exageraron.
Es cierto que contando el anual Wally está con 6 mujeres diferentes, pero hay 2 casos en los que solamente les da un beso y por más que 4 compañeras sexuales en tan poco tiempo no sea un número bajo, sirve para que Baron explore una moral más gris en Wally, que no duda en mencionar a su novia con la cual convive como «una mujer que estuve viendo» porque le tiene ganas a otra. Al menos Tina termina teniendo suficiente significancia dentro del mundo Flash como para que sea la elegida como el interés amoroso del Flash de la serie de TV de los 90s (aunque ese Flash también era Barry, pero bueno).
No necesariamente a uno le va a caer bien su tratamiento de las mujeres y hasta su filosofía (Baron le adjudica un pensamiento muy machista al pasar en su anual, en la serie regular no hay ejemplos tan directos de esto), pero resulta creíble, y esa es la intención desde el primer número.
El Wally West de Mike Baron no le va a caer muy bien a muchos por esto y otras actitudes, como los signos de que la plata se le sube a la cabeza muy rápido, pero tiene una voz distintiva y sus momentos heroicos, particularmente contra el Kilg%re y cuando conecta desde lo humano con Chunk.
Mike Baron no llega a terminar del todo su última historia, pero aprovecha a pleno el tiempo que tiene para definir a un nuevo Flash y hacerlo distinto en todo al anterior, excepto por el traje y la velocidad, y poblar su mundo con amenazas interesantes, una vida personal y relaciones y sus propias fallas y fortalezas.
En cuanto al arte, Jackson Guice se encarga de la gran mayoría de los números y cumple, aunque de a momentos sus figuras resulten un poco dudosas y alguna que otra cara pierda consistencia. Es un dibujante con un estilo claro y bastante detallista, y tiene algunos momentos muy buenos aunque otros no lo sean tanto. Mike Collins lo reemplaza en algunos números cuando no llega, y cumple también, aunque esté un escalón abajo de lo que entrega Guice.
Cuando la leí de chico la verdad que no logré engancharme del todo, de las series Perfil era la que menos me llamaba, pero habían cosas que me gustaban y además la agarré de muy chico para entender del todo los aspectos más adultos que Baron intentó imprimirle.
Al leerla hoy se nota el paso del tiempo y tampoco son comics que me vuelvan loco, como no lo hicieron de chico, pero siguen siendo entretenidos y con suficientes cosas interesantes como para no aburrir (excepto por el anual, que es un embole).
Está claro que cualquier completista de Flash la va a comprar sin necesidad de ninguna recomendación por ser el principio de la etapa de Wally West o solamente por ser el principio del 2do volumen de comics de Flash, pero merecen un público más amplio.
No serían los primeros comics que le recomendaría a alguien que no leyó ninguno y que quiere leer algo de Flash por ver la serie de TV. La distancia entre ese Barry Allen y este Wally West es demasiado grande en todo sentido y seguramente comics post 2009 y Flash – Rebirth son más recomendables.
Pero a cualquiera que le encante el personaje de Flash no le va a resultar suficiente con los comics publicados en esa época, y si sigue yendo para atrás no va a tardar mucho en llegar a esta serie regular, que duró sin interrupciones hasta el 2006, y ahí es mejor pasar entonces al principio, en donde Mike Baron y Jackson Guice entran en escena.
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