Publicada entre Mayo y Julio de 1993, Sebastian O es uno de los primeros ofrecimientos del nuevo sello Vertigo (y que junto con Enigma y un par más casi son publicados por Disney cuando amagaron con hacer su propio sello para publicar comics orientados a adultos).
Escribe Grant Morrison, uno de los que había ayudado a fundar Vertigo gracias a sus recientes Animal Man y Doom Patrol, que desafiaban básicamente todas las convenciones superheroicas y la verdad no tenían mucho que ver al lado de los más estándares Superman, Flash, Green Lantern, Wonder Woman, etc, del momento.
En general los más mencionados como los principales impulsores de la necesidad de crear Vertigo y separar las obras más adultas del resto de DC son Alan Moore con su Swamp Thing y Watchmen, junto con Neil Gaiman y Sandman, pero Morrison debería estar incluído siempre en el grupo por lo más experimental de Animal Man y básicamente todo Doom Patrol, de donde casualmente se va justo antes de que ésta pase a Vertigo.
Sebastian O es entonces su primer historia publicada en el sello, y lo acompaña Steve Yeowell en arte, un colaborador frecuente en sus primeros años.
En una época de comics en la mayoría de los casos más que bastante deconstruidos, en donde en general no hay ningún apuro para llegar a cada punto de una historia, Sebastian O se siente un poco apurada para la cantidad de elementos que tiene. Puede que sea por esto que no me haya generado mucho, y por un personaje principal con el que es difícil empatizar.
Sebastian O’Leary, el personaje titular de la obra, no está diseñado para ser el vehículo clásico con el cual identificarse, ni siquiera desde el lado del antihéroe, que es por donde claramente viene la mano desde el principio. Modelado a partir de Oscar Wilde, Sebastian empieza recordando más a V, al liberarse de donde lo tenían encerrado para encargarse de su vendetta y mostrando bastante rápido que no tiene mucho que envidiarle como asesino, y mucho menos como dandy.
A Oscar Wilde y V se le suma un poco de James Bond y un trasfondo steampunk en una Londres Victoriana sutilmente imbuida de tecnología futurista y… la verdad me sorprende que no me haya gustado un poco más con todo esto.
No me parece mala, me gusta el género steampunk y, siendo Morrison, tiene algunos diálogos y frases memorables, pero se siente un poco liviana. No la ayuda la comparación obvia con Doom Patrol y The Invisibles, al estar justo en el medio de que termine una y empiece la otra, aunque es un poco injusto compararla siendo que en las otras dos se toma mucho más de 3 números en contar su historia.
Puede que me esté deteniendo en algo menor o que directamente no tiene sentido, porque Morrison cuenta la historia que quiere en el espacio que quiere, pero no es una crítica porque no me haya gustado demasiado ya que de haberlo hecho seguramente estaría diciendo lo mismo pero pidiendo más con más ganas.
Volviendo al plot, la vendetta de Sebastian se centra principalmente en una persona, Lord Theo Lavender, ex compañero del difunto Club de Paradis Artificiel, que era quién había lo había hecho encerrar en un psiquiátrico por su falsa autoría de poesía tremendamente horrenda.
El Club de Paradis Artificiel estaba dedicado a la proposición de que lo artificial era preferible a lo real, y sus miembros incluían al pederasta Abbé, que termina creando un jardín artificial bastante complejo; George Harkness, travesti, lesbiana, novelista y un personaje todavía menos desarrollado que el resto; y el mencionado Lord Teo Lavanda, que había logrado crear una «Linterna Mágica» con la que había reemplazado y podía personificar a la Reina, convirtiéndose en el Rey oculto del Reino Unido y con la cual controlaba el clima y buscaba eventualmente convertir el mundo en una realidad artificial bajo su mano.
Además de ser buscado por la policía, lo cual lleva a una de las mejores secuencias de la miniserie cuando Sebastian activa su casa para que nunca lo encuentren y pueda descansar tranquilo, Lord Teo manda a unos asesinos, los Roaring Boys, que evocan a otras creaciones anteriores y posteriores de Morrison y no resultan demasiado dignos de mención, aunque el dentista versión peor pesadilla de un dentista-fóbico es simpático.
Los elementos steampunk le suman mucho a hacer interesante a esta Londres de 1867, pero también son bastante sutiles excepto por secuencias más logradas por Yeowell como la de la casa de Sebastian o el jardín de autómatas de Abbé.
Sebastian O resulta un viaje entretenido pero bastante liviano, un primo menor de Invisibles, con ideas y un mundo interesante pero sin mucho tiempo para profundizar mucho, y la historia termina siendo bastante directa.
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